Me
acostumbraste a ti y a esa felicidad que irradiabas por cada poro de tu piel,
esa felicidad que a mí me faltaba y que creía haber encontrado en ti. Nunca
sabré de donde sacabas las fuerzas para dibujarte una sonrisa que ni si quiera tú
te creías, y quizás si me hubiera fijado mejor, yo tampoco
me la hubiese creído.
R.P.